7 – Sacerdotisa

Taisa se levantó apresurada para dirigirse a la catedral aquella mañana. No quería llegar tarde, ya que Balthimor la estaría esperando.

Y es que aquel era un día especial… Por fin, tras grandes esfuerzos, Balthimor había sido nombrado Cruzado hacía unos días. Y ahora había llegado el turno de que ella se convirtiese en Sacerdotisa de la luz.

Tal como habían acordado, allí estaba él esperándola a la puerta del templo. Con una gran sonrisa, luciendo su nueva y brillante armadura.  Se veía imponente con ella, tanto que a Taisa le había costado un poco acostumbrarse a verle así. Pero le gustaba como le sentaba.

Tras saludarse, entraron y Taisa se presentó ante el sacerdote de la luz responsable de los acólitos, que debería decidir si ya estaba preparada para dar el paso.

Tras un breve cuestionario, la hicieron pasar a la sala de pruebas. Allí tuvo que enfrentarse a varios enemigos, zombis y momias, bastante duros. También algunos demonios intentaron probar su fe, pero con sus hechizos de la luz y su firme determinación consiguió derrotarlos.

Balthimor sonreía al ver lo contenta que estaba cuando salió, ya que era evidente que había pasado la prueba.

Entonces, el sacerdote que supervisaba la prueba, con las manos sobre la cabeza de la joven, proclamó:

– Taisa, con tu esfuerzo te has demostrado merecedora de ser una Sacerdotisa de la Luz. Que la Luz te guie, llene tu corazón y te acompañe. Para que puedas ayudar a aquellos que lo necesiten, y te de fuerzas para luchar por el bien.

Tras decir esto, sacó de una caja una cadenita con un crucifijo y lo puso en el cuello de la joven, hizo una pausa, sonrió a la nueva Sacerdotisa y a su acompañante y en un tono ya menos formal les dijo.

Bueno, enhorabuena. Pasa a recoger tus ropas de sacerdotisa, y ya podéis marchar a celebrarlo.

Tras volver de sus aposentos ya cambiada, al encontrarse de nuevo con Balthimor, él la cubrió de halagos, ya que estaba muy guapa con su nuevo uniforme.

Priest

Entonces, él, rebuscó en su bolsa, y sacó algo con mucho cuidado, y lo dejó con delicadeza sobre las manos de Taisa.

– Es un regalo – le dijo algo nervioso – para celebrar que ya eres Sacerdotisa.

Taisa emocionada y feliz por el detalle, miraba con curiosidad aquel objeto ovalado y de apariencia frágil.

– Es un huevo de monstruo gelatina rosa – continuó Balthimor. – Si se crían entre humanos, son dóciles y cariñosos.

Y puso sus manos sobre las de ella, arropando aquel huevo en el interior de sus manos entrelazadas, Taisa levantó la vista sonrojada y quedaron mirándose a los ojos.  Al cabo de unos instantes, el huevo comenzó a moverse levemente, por lo que ambos abrieron con cuidado las manos, y vieron como al calor de sus manos, el huevo se había abierto, y una pequeña bolita de gelatina rosada se revolvía desprendiéndose de los restos de cáscara, y les miraba con ojillos curiosos.

– ¡Que cosa más linda! – dijo Taisa – mmh… le llamaré Cosita.

Y a partir de aquel momento llevaba a Cosita siempre que podía con ella, y juntos los tres continuaron recorriendo el mundo en busca de nuevos retos.

¿Cuál sería su siguiente aventura?

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