15 – La alianza

El pequeño clan de aventureros continuaba sus aventuras, y también su participación en las guerras de clanes se hacía más frecuente.

No todos los miembros del clan participaban. Algunos precisamente se refugiaban en aquel pequeño clan para evitar tener que participar.

Pero quienes querían trataban de pasar un buen rato y aprender de la experiencia.

Poco a poco fueron conociendo más gente. Entre ellos, se fueron haciendo cercanos a clanes más pequeños también. Intentaban apoyarse mutuamente… Y finalmente surgió la opción de formar una alianza.

Los líderes de los 4 clanes se reunieron y firmaron un tratado. Aquello sería el inicio de una nueva etapa para el pequeño clan, haciéndose más presente en las batallas. Aunque también sería causante de conflictos.

La primera decepción fue el abandono de Clara, la otra sacerdotisa. Pronto vio que aquellos clanes no tenían muchas posibilidades en las batallas, y optó por irse a un clan mayor que mantenía un castillo por lo que podían lograr más riquezas.

Fue un golpe duro, pero no desanimó a la princesa aventurera, que dirigía junto con los otros líderes las incursiones a las guerras de clanes y ataques a los castillos. Contaban con que no lograrían mucho, pero al menos lo intentaban.

Y así continuaba la rutina, entre los entrenamientos, las expediciones y las batallas de clanes.

14 – Los aventureros se reúnen

La vida continuaba en Pontiveia, capital de Mideralia. La joven sacerdotisa continuaba sus entrenamientos.

Cada vez era más reconocida en todos lados, por su disposición a ayudar siempre, por su pequeño clan aventurero y por su participación en las guerras como apoyo con su pequeño clan.

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13 – Primera vez en el mar

Era un día soleado, el buen tiempo veraniego. Baltimore estaba de vuelta por unos días y se levantaron temprano con ganas de salir a hacer algo en aquel día.

Todavía quedaba mucho por mejorar y aprender. Los grupos estaban desde primera hora ya preparándose.

— Hoy iremos a la playa… a entrenar. — Dijo Baltimore.

Ella se quedó sorprendida, pero era algo que había escuchado. Y ahora estaba listos para ir a aquel lugar.

Tras un camino algo largo desde la ciudad, avistaron la costa. El sol se reflejaba en la arena e hizo que tuviera que cubrirse los ojos con el brazo brevemente hasta acostumbrar la vista.

Era una playa bastante bonita. Algunas ruinas y escaleras de alguna antigua construcción se percibían cerca de la orilla, en una ladera cubierta con vegetación.

Habían encontrado un buen grupo. No era difícil ya que mucha gente iba allí. Era un lugar dónde iba la gente experimentada a menudo. Había grandes cantidades de focas furiosas y agresivas. Era un lugar ideal para entrenar y mejorar las habilidades.

Lo frecuente era que alguien atrajese a aquellos animales salvajes, mientras los magos creaban oleadas de hielo y fuego para librarse de ellas. El trabajo de los curanderos era mantener a todos en buena condición, y proteger a los magos.

Sin embargo era bastante estresante en ocasiones. Había que estar pendiente continuamente de todos, y de que ninguna foca perdida le atacase.

Por suerte su mascota Cosita se encargaba de recoger montones de objetos sin parar. Por lo que era bastante lucrativo.

Aquel lugar se convirtió en un habitual en sus rutas… Aunque como solía ocurrir, se le hacía algo aburrido ir al mismo lugar una y otra vez.

Por ello trataba de también seguir buscando sus grupos para explorar más lugares. Entrenar no lo era todo para ella.

12 – Joy Adventurers

Las peticiones para unirse a clanes se acumulaban. Todos querían la ayuda de aquellas jóvenes sacerdotisas dispuestas a ayudar en las guerras de clanes.

Pero la princesa no estaba convencida sobre aquello por alguna razón. Por lo que le habían contado, de algunos clanes, temía las responsabilidades que acarrearía, la obligación de acudir a las guerras, entrenamientos más duros y aburridos. Y también el no poder seguir realizando sus expediciones y aventuras…

Después de mucho pensarlo, y apoyada por su amiga tomó la decisión: Fundaría su propio clan.

El sabió «Román también le dijo: Yo te seguiré, princesa. Dónde quiera que vayas, podrás contar conmigo«.

Uno de sus amigos le regaló el objeto que se necesitaba para la fundación de un clan… Un cristal dorado. Era el pago necesario para ello, y que se obtenía en una gruta de no muertos.

Habían ido allí en ocasiones a entrenar, pero no era sencillo conseguirlos.

Finalmente, tenía uno en sus manos.

Ahora sólo quedaba realizar la inscripción para que lo que necesitarían un nombre…

Tenía claro lo que quería: Formar un grupo donde pudiera unir a esa gente con un espíritu aventurero como el suyo. Con ganas de recorrer el mundo.

Y que lo más importante fuese la diversión.

Así es como nació el clan de Joy adventurers. No eran muchos, al principio apenas Clara y Román… Pero juntos vivirían montones de aventuras, recorriendo todos los rincones de Mideralia.

11 – Nuevos amigos

Se volvió habitual el que la joven princesa acudiera con su amigo Vand a apoyar en las batallas de clanes. Él pertenecía a uno de los clanes más poderosos e importantes del reino. Realmente era un paladín admirable, que protegía a sus compañeros y a su amiga de forma sorprendente.

Allí también empezó Taisa a hacerse conocida, e hizo más amigos.

La otra sacerdotisa

Entre ellos, estaban otra sacerdotisa que conoció que también iba sola, un poco más joven. Su nombre era Clara.

Se hicieron muy amigas, ella también iba por su cuenta a ayudar a las batallas.

Además también se apuntaba a explorar lugares nuevos, y conseguían entre las dos formar numerosos grupos de aventureros para expediciones a lugares lejanos y peligrosos.

El sabio Román

Otro peculiar personaje que conoció fue a Román. Un sabio que también gustaba de aventurarse en las expediciones que realizaban.

Los sabios eran muy valiosos, por su escasez y los hechizos de regeneración de maná que utilizaban.

Y Román era un hombre muy alegre, que enseguida contagiaba a todos con su entusiasmo.

Pronto hicieron buenas migas, llegando a confesarle sobre sus orígenes.

Él siempre tenía buenos consejos, y siempre podía contar con él.

————

Por otra parte Baltimore cada vez estaba más ocupado, y además no le gustaban esas batallas. Por lo que no lograban verse demasiado.

Así que al menos junto con Clara y sus nuevos amigos, siempre tenía algo para hacer y no sentirse sola.

10 – El paladín y las guerras de clanes

Entre todas las misiones que realizaba, iba creando lazos y amistades finalmente.

Algunos amigos fueron muy importantes para ella.

Entre ellos, conoció en una ocasión a Vand. Un paladín solitario, que solía ir a entrenar por su cuenta, también ávido de aventuras.

Sin embargo un día coincidieron y decidieron viajar juntos. Desde entonces se fueron haciendo amigos, y a menudo se perdían por zonas alejadas, para entrenar, deshacerse de criaturas malignas o simplemente explorando.

Una tarde estaban descansando tras acabar con un gran número de criaturas hostiles, cuando él observando el cielo empezó a levantarse apurado.

— Debo irme… La guerra de clanes empezará pronto. Y mi clan me reclama mi presencia… — Pensó por un momento y enseguida añadió — ¿Te gustaría venir? Tu ayuda sería bien recibida.

Ella le miró sorprendida ya que aunque algo había escuchado, no sabía mucho sobre ello. En numerosas ocasiones le habían dicho de acudir ya que obviamente los curanderos eran muy apreciados. Pero le daba bastante miedo en realidad. Sabía que había mucha gente, y que era peligroso.

Entonces le pidió que le explicase bien de qué trataba aquello.

La guerra de clanes

En la ciudad, se organizaban semanalmente unas batallas de entrenamiento entre clanes. La guerra de clanes le decían, y todos se esforzaban por participar.

Era uno de los objetivos de muchos habitantes del reino, ser lo suficientemente fuertes y resistentes para poder entrar a los campos de batalla.

Allí, peleaban por conquistar unos castillos, que quedarían bajo la custodia del clan vencedor. Para ello debían romper el Cristal sagrado que se encontraba en lo más profundo de cada castillo.

Y además, recibirían tesoros del castillo conquistado.

La princesa quedó pensativa ante toda la información. Sonaba realmente a que era algo importante… Y ella se sentía insignificante como para marcar una diferencia en algo así.

Tampoco quería comprometerse con un clan, era algo que le preocupaba en verdad.

— Está bien, te ayudaré… — Le dijo. — Iré y cuidaré de ti. Pero no me quiero unir al tuyo ni a ningún clan…

Y así fue, con algo de riesgo, se acercó con él hasta aquel lugar. El bullicio era inmenso. La gente corría por todos lados, hacia los castillos o en retirada para recuperarse y regresar.

Estuvo encargándose de sanar a Vand siempre que necesitaba, mientras que se lanzaba a la batalla y él a su vez cuidaba que no la dañasen. Y la verdad… es que fue divertido.

Por lo que de ahí en adelante, intentó empezar a participar…

9- La Princesita Aventurera

En aquel momento su vida parecía tranquila. Salía a menudo con su esposo, paseaban, cumplían misiones y entrenaban.

Pero también había momentos en que él debía ir a realizar misiones por su cuenta del gremio de guerreros a las que no podía acompañarle.

Igualmente, aunque lo extrañaba, no le daba lugar a aburrirse. También tenía sus encargos, disfrutaba mucho de su trabajo, acompañando a los grupos de aventureros en sus entrenamientos.

Siempre había lugar y demanda de curanderos para los grupos.

Aunque de normal casi todo el mundo iba a los mismos lugares. Buscando sitios cercanos, donde entrenar fácil y conseguir experiencia rápido. Todos tenían prisa por lograr adquirir la experiencia suficiente para que les dejasen acudir a misiones más avanzadas, y obtener el siguiente rango…

Pero aquello era aburrido. Repetitivo y siempre igual…

Y en eso había algo en que se diferenciaba Taisa… Y es que a ella le encantaban las aventuras, y salirse del camino establecido. Hacer cosas nuevas. Explorar y visitar cualquier remoto lugar que escuchase mencionar.

No importaba lo lejos, o lo difícil que pudiera ser, le fascinaba descubrir todos esos lugares, ver nuevos paisajes, encontrar criaturas diferentes, conocer más gente… Y eventualmente encontraban lugares muy interesantes a los que luego más gente quería ir.

Por ello, muchos querían ir de aventura con aquella pequeña sacerdotisa que siempre estaba dispuesta a donde otros no querían. Además de ser muy habilidosa como curandera. La buscaban frecuentemente para ese tipo de expediciones.

Y así la acabaron llamando, la princesita aventurera.

6 – Las Campanas

Los días iban durando más y el sol calentaba ya bastante, anunciando la llegada del verano.

Taisa y Balthimor se habían detenido a descansar aquella mañana a las orillas de un río en los alrededores de Pontiveia , y a refrescarse bebiendo un poco de agua, para contrarrestar el calor.

Hacía tiempo que habían dejado ya de disimular cuando se miraban el uno al otro. Y a veces simplemente se quedaban mirándose, en silencio, dejando pasar el tiempo.

Aquél había sido un día bastante duro de entrenamiento, últimamente ya notaban cómo iban creciendo en experiencia, fuerza y habilidad. Cada vez les costaba menos acabar con los monstruos gelatinosos.

También habían hecho algunas incursiones a unas cuevas cercanas a una ciudad, donde habitaban espíritus intranquilos que se levantaban en forma de zombis y esqueletos amenazando la ciudad. No eran muy fuertes, pero había que mantener siempre controlada la zona.

Y allí enviaban a menudo a los aprendices de la catedral para que entrenasen, ya que el poder de la luz era muy efectivo contra ellos.

Una vez hubieron descansado un rato, se dispusieron a continuar con su paseo, cuando algo llamó su atención a la otra orilla del río. Balthimor puso su brazo sobre los hombros de Taisa, a la vez que le indicaba que guardase silencio y que se ocultasen.

Parecía una gran acumulación de monstruos gelatinosos, pero entre aquellos monstruos de gelatina, uno parecía distinto al resto… era como si brillase ligeramente, y parecía tener alas… Pero no irradiaba bondad como los hechizos de la Luz…

– Mira. – le dijo Balthimor tratando de no alzar la voz – he oído hablar de ese monstruo, es una especie de monstruo de gelatina, pero más grande, fuerte y peligroso. Bastantes viajeros han caído engañados por esa apariencia angelical, pero es todo farsa. – Desenvainó su espada con cuidado de no hacer ruido, y comenzó a acercarse. – ¡Cúbreme! – Dijo mientras se lanzaba sobre aquella marabunta gelatinosa que enseguida se le echaron encima intentando devorarle.

Taisa lanzó rápidamente algunos hechizos de potenciación y comenzó a lanzar sanaciones a Balthimor, que peleaba con ánimo contra aquellas bestias que le atacaban con fiereza, pese a su aspecto inofensivo.

Se libró bastante rápido de los pequeños, y se centró en el angel viscoso, pero, como de la nada, aparecieron más monstruos lanzándose sobre él, repitiéndose lo mismo varias veces. Alguno intentó atacar a Taisa, que se deshizo de ellos a bastonazos para poder seguir lanzando hechizos, ya que aquel falso angel atacaba con fuerza.

La lucha duró bastante. Realmente era el monstruo más duro con el que se habían enfrentado hasta el momento, pero con la fuerza y destreza que Balthimor había adquirido, sumado a la rapidez, potencia y precisión con que Taisa recitaba sus hechizos, pudieron acabar con él, con la última estocada el monstruo se desintegró.

Balthimor rebuscó entre los restos gelatinosos. Allí encontró algunos objetos, y una túnica muy hermosa y se la ofreció a Taisa.

– Toma, te será útil. – Miró la túnica, y continuó, con una sonrisa divertida. – Eso sí, tendrás que lavarla antes.

Se miraron el uno al otro, y se echaron a reír al darse cuenta de que ambos tenían los pies, las manos y las armas cubiertos de aquella viscosa gelatina por la pelea. Y decidieron volver al río a asearse. Y allí se sentaron al borde del río, observando el bosque con los pies en el agua, lo que era muy agradable dado el calor y el esfuerzo de la batalla.

De pronto, el fuerte resonar de unas campanas rompió aquel pacífico momento, haciendo que miles de pájaros asustados levantasen el vuelo desde los árboles de los alrededores.

Tras unos instantes, descubrieron que provenía de la torre de la catedral, donde las campanas bailaban inundando todos los bosques circundantes con su alegre sonido.

– ¡Oh! Debe ser una boda – dijo Balthimor – por lo que sé hace muchísimo tiempo que no se celebraba ninguna en la catedral. ¡Vayamos!

Taisa se vio de nuevo arrastrada por el ímpetu del muchacho, que agarró su mano para correr a la capital. Apenas dándole tiempo para sacudir el agua de sus pies  y calzarse sobre la marcha. La verdad es que tenía curiosidad, porque nunca había asistido a una boda.

Llegaron a toda prisa, viendo como casi toda la ciudad comenzaba a arremolinarse alrededor del templo. Escabulléndose entre la gente consiguieron entrar y hacerse hueco en un rincón de la iglesia, donde ya esperaba mucha gente, todos bastante emocionados.

Había un chico trajeado que esperaba junto al altar, visiblemente nervioso. ¡Incluso había un dios presente para oficiar la ceremonia!

Se hizo el silencio, y todo el mundo se giró hacia la puerta, donde apareció una muchacha toda arreglada, con un precioso y pomposo vestido de tul y gasa de color rosa pálido. Se escucharon algunos suspiros y «¡Oooh!” entre los asistentes. Realmente estaba muy linda.

La ceremonia estaba siendo muy bonita. A Taisa le pareció lo más romántico que nunca había visto, y su corazón palpitaba de la emoción. De pronto notó como Balthimor cogía su mano, le miró, y sus miradas se cruzaron, haciendo que su corazón se acelerase todavía más, y casi le fallasen las piernas. Él lo notó y la abrazó.

Entonces él cogió sus manos, y mirándole a los ojos con una dulce sonrisa, le susurró:

– Puede que algún día seamos tu y yo.